Entre los huesos que conforman la rodilla (fémur, tibia y rótula) encontramos los meniscos, unas estructuras fibrocartilaginosas con forma semilunar que nos ayudan a estabilizar la articulación, a la vez que absorben el impacto y la carga que puedan recibir estas superficies articulares, y ayudan a su lubricación. Funcionan como unos cojinetes que amortiguan absorbiendo esa carga extra de la articulación.

Aunque estamos habituados en pensar en la rodilla cuando hablamos de meniscos (de hecho en este artículo nos centramos en este tipo de meniscos), los hay en diferentes partes del cuerpo. Así pues, los podemos encontrar en la articulación temporomandibular, en la muñeca, en la unión de las costillas con las vértebras así como con el esternón, etc.

Los meniscos de la rodilla

En la rodilla, tenemos dos meniscos, uno medial o interno y otro lateral o externo. El interno es menos móvil que el externo y tiene una forma de media luna, como de C, mientras el externo es más ovalado. Ambos se mueven hacia delante en la extensión de la rodilla y hacia atrás en la flexión.

Posibles lesiones que se presentan

Los mecanismos de lesión meniscal, son varios. Por lo general en pacientes jóvenes las lesiones se producen durante la práctica deportiva (fútbol, esquí, básquet,…), mientras que en pacientes de edad más avanzada la simple degeneración de los tejidos es la causante del desgaste del menisco y a menudo no necesitará más que un pequeño mal gesto para desgarrarse. Estadísticamente, el menisco interno se lesiona mucho más que el externo, aunque las lesiones de éste último suelen conllevar más consecuencias ya que transmiten aproximadamente el 70% de las cargas.

Los mecanismos de lesión más importantes son en rotación+semiflexión de la rodilla con la pierna apoyada en el suelo; un valgo o varo en su máxima amplitud; o provocando una hiperetenxión (pierna apoyada y totalmente estirada) o hiperflexión (de cuclillas por ejemplo) forzada.

Aunque hay roturas de menisco totalmente asintomáticas y el paciente no sabe que las padece hasta que se hace pruebas por algún otro motivo, los síntomas habituales van desde un dolor agudo acompañado de bloqueo de la rodilla, derrame e inflamación en la articulación, cojera, dificultad para la flexión y/o extensión completa de la rodilla,…

Será mediante la historia clínica y las diferentes maniobras exploratorias, que el fisioterapeuta especializado podrá diagnosticar la lesión. Una resonancia magnética nuclear nos ayudará a conocer el estado real de las estructuras y la incidencia que ha podido tener la lesión en la rodilla.

¿Cuál es su tratamiento?

El tratamiento a seguir variará mucho dependiendo del grado de afectación de la rodilla. Inicialmente apostaremos por un tratamiento conservador, con rehabilitación fisioterapéutica y una pauta de ejercicios y entrenamiento para poder volver a la práctica deportiva con normalidad. Debido a que es muy importante no perder tono muscular en la pierna para proteger su funcionalidad y estabilidad, recomendaremos la práctica deportiva tan pronto como la lesión nos lo permita, con deportes como la natación, la bicicleta, la elíptica, el entrenamiento de la fuerza, etc. Básicamente deportes donde no haya impacto en la articulación, ni mecanismo de rotación y torsión.

En los casos en que el tratamiento conservador fracasa, y el dolor y la incapacidad afecta a las actividades de la vida diaria, podemos pensar en la artroscopia como la mejor solución.

Aunque por su fisiopatología es difícil la prevención de la rotura de menisco, el tener un buen tono muscular y equilibrado en la musculatura de la pierna, una buena distribución de la carga, unos ejes de la rodilla compensados,…nos ayudará a que la rodilla sea más estable y por tanto, fiable.